Motor Clásico
UN CAMINO TORTUOSO
Acabo de terminar de leer dos libros con una temática común: Barreiros. Me los regaló Mariluz Barreiros a raíz de la entrevista que mantuvimos hace unos meses. Uno se titulaba “Mis recuerdos. Libro II. Mi vida profesional. Barreiros 1954-1972” (Julián Merino Cuevas, 2019, Uno Editorial); y el otro, “Orto y ocaso de una empresa. Cómo destruir 20.000 puestos de trabajo” (Antonio Márquez Paz, 2001). Este último no llegó a publicarse. El autor trabajó en Barreiros Diesel y fue estrecho colaborador del patrón. El texto es una versión novelada de su experiencia en la fábrica de Villaverde. Julián Merino (Santander, 1927) entró a trabajar en Barreiros en 1954. Su relato sí es real. En él da rienda suelta a sus recuerdos desde el día que puso un pie en Madrid. “Tuve una entrevista con D. Eduardo, presidente de la empresa. […] Al final de la reunión me dijo: Podría ser usted la persona que busco”. Con los años, llegó a ser director general y adjunto de Eduardo. Pero más allá de un currículum intachable, su narración es una película autobiográfica de lucha, pundonor, ingenio y trabajo, mucho trabajo. Aquel joven empezó cuando apenas cincuenta operarios arrancaban la fabricación casi artesanal del motor EB6 y se marchó de Villaverde con el Dodge y el Simca en producción; y, como apunta Antonio Márquez en su título, cuando Barreiros-Chrysler daba de comer a más de veinte mil familias. Repletos ambos textos de tecnicismos propios de sus formaciones académicas, los autores coinciden en la dificultad para dotar los talleres de maquinaria adecuada: fresadoras, mandrinadoras, taladros, talladoras, forja, tornos, prensas de templar… Entre líneas aparece velado el ostracismo de la industria española en el contexto internacional y las mil y una triquiñuelas necesarias para avanzar por parte de los empresarios ajenos al “establishment”. Hasta cuatro intentos fallidos se sucedieron entre 1956 y 1965 para levantar una forja. “Eran muchos los problemas que nos producía la escasez de suministradores de piezas forjadas con estampa del tamaño de nuestros cigüeñales”, escribe Julián. En la primera tentativa idearon construir un martillo de caída libre, para el que se requería una cimentación específica de hormigón armado. Aunque funcionó, una denuncia vecinal obligó a pararlo y desmontarlo después de meses de trabajo. Ante las disculpas de Julián, Eduardo le restó importancia y le animó a seguir estudiando y buscando soluciones. Era su carácter positivo. “Teníamos dificultades para abastecernos de equipos de inyección, pistones, cojinetes, tornillería… En España no había empresas que pudieran asegurarnos el suministro”. Con el tiempo, Barreiros acabó levantando fábricas adicionales con tales objetivos, caso de C.A.B. (Compañía Anónima de Bombas) y C.E.E.S.A. (Constructora Eléctrica Española, S.A.). Incluso llegó a plantear la fabricación de neumáticos. En el transcurso de poco más de una década, Barreiros Diesel pasó de ser un taller en el que se produjeron 237 motores en 1954 a una industria con capacidad para construir motores, camiones, camionetas, tractores, autobuses y, por fin, automóviles en 1965. Aunque hasta ese punto, el camino estuvo sembrado de piedras que hubo que limpiar y retirar, previa manufactura de la escoba adecuada, claro. Seguir leyendo
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